Después de unas diez horas de oscuro y de sueño, sin importar en que parte del día se despierte ni donde, siempre se vuelve a lo mismo. Sacar eso que abriga y dar pequeños cinco pasos, y sentarse a lo mismo de siempre que se repetirá por ocho semanas, y no dan ni ganas de comer, ni de bañarse, ni de hablar ni de callarse. Aunque pase algo que quiebre la rutina, siempre se termina igual.
Creo que lo que cambia es el orden del sonido que ultimamente agrada tanto, cada día las canciones se hacen más familiares pero nunca aburrirán y se espera para escucharlo en alguna ocación especial, quizás en un cerro, quizás en un parque o en una sala como de sorpresa.