Tu caligrafía curiosa me hace amar esos sonidos musicales que siempre creí odiar, tu peculiar manera de caminar y sonreirle a terceros hizo que tolerara el pelo que nunca quise acariciar y tu voz me enseñó que aquello que creí imposible para mí, estaba oculto y esperando florecer después de algunos intentos fallidos, contemplados por la montaña del verano y el viento húmedo del invierno. Pero el clima me agrada siempre si tu mano acaricia la mía y se traslada por las hermosas odiseas que junto a tus seis letras he vivido y sintiendo, aunque suene trillado, que el corazón se me va a salir por la boca y los ojos miopes que tengo, que son para ti ahora y espero que por muchos treintayunos más.
Dos palabras quisieran salir de mis órganos enfermos y flojos, salir para al fin poder dormir tranquilo y sin esta presión extraña que se acentúa cuando tu imagen pasa por mi mente, dos palabras que nunca había dicho.
Por ahora las ocultaré en un te quiero, te quiero mucho. Por que te quiero, y mucho más que eso, debes saberlo.
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