cuando los árboles lloraban de frío y el pasto abrazaba perfecto casi todos los momentos, perdí en la calle y de noche las palabras y las letras, se arrancaron de mis dedos y se agruparon egoístas para subirse al primer mamífero que las pudiera esconder de mí.
mientras pasan los días y las visitas del ser maravilloso que habita esas calles en las que perdí el vocabulario, voy recuperando el habla y mi cabeza se tranquiliza como nunca.
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