Mira que no me siento culpable ni ridículo. Me ven así, claro, porque no están bajo esta cabeza extraña y compleja que tanto los quiere a todos y tanto odia.
No había sentido eso, lo siento, siento ese asco y ese rechazo casi involuntario a tu presencia que tanto quiero asesinar y que no vuelva nunca, ese asco que contagias a quien se te acerque, o a quien mires, a veces a todos.
Suerte que un té de sabor exquisito e invisible que solo yo creo conocer, me relaja cuando mi garganta colapsa y siente que no puede mas de todo y de nada.
Quisiera ser mas explícito al decir estas cosas, pero sería feo.

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